¿Para qué juegas?
Aunque sabemos que la vida no es un juego, la frase “el que no se sabe las reglas del juego pierde” resuena mucho en la realidad. Es un recordatorio de que el enfoque y la actitud con la que enfrentamos nuestras metas son decisivos. John Maxwell lo explica muy bien: “la diferencia entre jugar para ganar y jugar para no perder es la diferencia entre el éxito y la mediocridad”.
Muchas personas juegan para no perder. Si observamos el mundo, notamos que la mayoría no son realmente exitosas. Esto plantea una pregunta clave que debes hacerte: ¿Eres de los que juegan para ganar o de los que juegan para no perder?
Es común que empecemos algo con la intención de ganar, pero cuando nos enfrentamos a dificultades, nuestra mentalidad cambia, y comenzamos a jugar para no perder. En la vida, muchas veces caemos en este ciclo. Iniciamos proyectos con el objetivo de ganar, pero a medida que enfrentamos obstáculos, nos conformamos con simplemente no perder. Nos aferramos a lo que ya tenemos: no perder el empleo, no perder una amistad, no perder la estabilidad… Sin embargo, el verdadero éxito solo llega cuando mantenemos la mentalidad de ganar, buscando mejorar continuamente nuestras relaciones, experiencias y metas.
Es importante no distraernos observando lo que hace la mayoría. No se trata de compararse, sino de enfocarse en uno mismo y en lo que se quiere lograr. Como dijo Mahatma Gandhi: “Tú mismo debes ser el cambio que quieres ver en el mundo”.
Dios te hizo único, no para que te sientas fuera de lugar, sino para que aportes lo que otros necesitan. Tu propósito es distinto al de los demás, y solo podrás cumplirlo si juegas para ganar. Lo que te impide jugar para ganar es el miedo. Pero recuerda que no estás solo en esta batalla: “No les temáis, porque el SEÑOR vuestro Dios es el que pelea por vosotros” -Deuteronomio 3:22.
Juega para ganar, porque en ese juego es donde encontrarás el éxito y el propósito que Dios ha trazado para ti.